domingo, 18 de abril de 2010

Otoño



Me gusta el otoño y su melancolía tan característica. Es una época del año que me invita a desear acurrucarme dentro de unos amorosos brazos contenedores, tiernos. Pero también el otoño nos invita a compartir una agradable cena en buena compañía, y que los aromas de los ingredientes se desparramen por la casa como buscando embriagarnos con sus perfumes. Pero ahora los invito a saborear un rico café con crema, canela y un toque de chocolate rallado. O si prefieren un café solo, o tal vez un cortado, o con crema sola, como gusten. De todas formas es un placer que hayan pasado a visitarme y eso amerita que les obsequie algo muy mío, ademas del café.


Las utopías del pasado asedian mi presente.
Conocí a Rubén en una reunión de simpatizantes o adherentes, de una organización política. Yo tenía 17 años y estaba cursando la secundaria, él tenía 22 años y estudiaba ingeniería, además de trabajar. Yo en mis ratos libres, me acercaba al club del barrio y les daba clases de cerámica a los niños de bajos recursos, él en cambio participaba activamente de una organización peronista de izquierda, dentro de la cual tenía el rango de soldado. A mi la política no me importaba mucho, en ese entonces, solo me preocupaban las necesidades de esos niños. Mi teoría era que si yo podía hacer algo por ellos, no debía esperar a que alguien me lo sugiriera. Sólo debía concretar lo que mi corazón me dictaba.
Aquí debo detenerme por dos motivos:1ro. Para contarles de mis ideales y utopías como adolescente en los difíciles años 70 en mi querida Argentina. Y 2do. Porque el explorar en la memoria exige un cierto tiempo y es lo que me falta ahora. Pero los dejo terminar el cafecito y nos vemos luego…chau...

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